A LAS ESPALDAS

La espalda pertenece a Antonio Gentil, biólogo, director técnico de Adenex, asociación conservacionista extremeña fundada poco después de morirse Franco, a la que se otorgó en su día la medalla de Extremadura (ocasión extraordinaria aquella para haber inaugurado la sección deportiva de lanzamiento de medallas a contenedor). Por ella han pasado hasta la vicepresidenta económica del gobierno de Vara (en quien fundaba más de uno sus esperanzas de una brisa de cambio, je,je) y un buen número de altos cargos de administraciones locales, provinciales y autonómicas, o de instituciones como la Universidad. Incluso de empresas públicas. Todos ellos ofrecidos como cantos de sirena destinados a comprar voluntades y silencios. Con extraordinario éxito, desde luego. La gestión de los interfectos, en general, fue y es la que podía esperarse de arribistas sin escrúpulos: entreguista primero, patética a continuación, calamitosa a la entrega de los papeles. Casos como los de Andrés Rodríguez, José María Corrales o Santiago Hernández, entre otros muchos, han convertido la espalda de Antonio Gentil -y algún otro de sus históricos compañeros- en el mapa sobre el que se dibuja el futuro de esta tierra. Para mal y para bien. Que haya tenido que llegar otra vez el día en que él, una figura pública durante años en Extremadura, haya sido injuriado y dañado de esta manera, a porrazo limpio por antidisturbios, viene a decirnos que probablemente se haya terminado el tiempo de los pasos vacilantes a la hora de recuperar la frontera, ahora provisional, que separa los despachos oficiales de los hombres corrientes y molientes, que no molidos. Y solo volver allí acompañados de fiscales, para exigir lo que está en las leyes, además de tantas y tantas disculpas. Para eso hace falta dinero, sí, y lamentablemente no podemos perder el tiempo ganando dinero. Habrá pues que ingeniárselas sin él.

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