MÁS MIEDO

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Este país desolador boga cada día más en su viaje hacia el pánico. Despertarse con otro mazazo es, a estas alturas de ‘la cultura de la Transición’, ley de vida. Ahora se rescata ‘el delito de pensamiento’, la discriminación ideológica para, en la práctica, impedir trabajar a un actor. Y no pasa absolutamente nada… El mismo país que se vertebra en torno a un ex-presidente de Gobierno que albergó la organización del terrorismo de Estado, de otro que movió al país a una guerra imperialista sin más argumentos que el mismo mal, de un tercero que cambió la Constitución para privilegiar el pago de la deuda sobre los derechos de los ciudadanos y de otro, actual, que dinamita a diario los principios de la convivencia y el bienestar a fuerza de leyes, todos sucesores de un primero que accedió al cargo tras un proceso de ‘desfranquización’, el mismo país que tolera un ERE ilegitimo de una corporación con beneficios, se permite poner en solfa a un profesional blandiendo el argumento de ‘respeto a las víctimas’. Siempre hay que respetar a las víctimas, a todas sin excepción. También podría hacerse, y pensarse en ellas, cuando, por ejemplo, se reponen películas financiadas, pensadas y rodadas durante la dictadura con la participación de profesionales ideológica y activamente comprometidos con aquel régimen. Incluso cuando se ven películas, se oyen canciones, se ven programas comprometidos con el actual y envalentonado régimen ‘democrático’. No hacerlo es un ejercicio de cinismo e hipocresía, generalizado, por lo demás. La discriminación ideológica, la segregación, es aplicar el miedo para mantener un orden que, tarde o temprano, defecará terror.

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