Que el régimen instaurado en Extremadura se adorna con la mayor timba de bellacos es sencillo de constatar. Basta salir a la calle y tropezarse con alguno de ellos (se cambiarán de acera en cuanto te reconozcan como no adepto) o leer sus papeluchos. Su oposición frontal a unas leyes racionales ha traído como resultado una caterva de personajes en altos cargos que ríete tú de quien prefiere fusiles y cartuchos a flores y poemas. Su conducta nepotista alcanza límites que sólo pueden ser explicados por la persuasión de la insensatez, por la ostentación de la debilidad o bien por una enfermiza necesidad de infringir un castigo a cualquier ánimo rebelde en sus ciudadanos. La responsabilidad parece no implicar a nadie porque cada individuo sólo es un eslabón en la cadena de transmisión de ordenes, asumidas por burlescas y prevaricadoras que parezcan, o sean. Véase si no el nombramiento del «comunicador» Alonso de la Torre, infumable personaje, ¡por su propio hermano! (a la sazón Director General de Promoción cultural) como Director de la Escuela Superior de Arte Dramático. Si bien el tráfico se lleva a cabo con un matiz importante: la Escuela pasa a depender (pero «sólo» en su estructura, funcionamiento y organización) de Educación, aunque continúe adscrita a Cultura, para no infundir más sospechas y dar pátina de credibilidad docente al espantajo. Un lugar éste de enseñanza (sic) expresamente creado para colocar a personajes del régimen, con dos cojones, como siempre, para adeptos con mando en plaza y ubicación laboral en el centro mismo de la capital cacereña. En el despacho superior decorado en rojo fuerte y ascensor hasta la planta se puede fumar, por supuesto. En el resto del edificio no. Tampoco falta el whisky de marca. Arriba.
El patético afán, en la entrevista adjunta, del menda lerenda -reaccionario educador de las aulas públicas, y no menos lamentablemente reaccionario y ubicuo divulgador de la presunta buena salud de lo extremeñí- por «crearse» un currículum «teatral» que haga digerible su nombramiento, debería hacer recapacitar a la buena gente del teatro en esta Comunidad acerca de su silencio al respecto del enchufado, y al respecto del régimen en general y su política. La mala gente del teatro, que haberla hayla, claro, ya tiene su hombre. Por supuesto. Y es que el mundo está en perenne movimiento. Salvo aquí, que estamos anclados en el balbuceo de unos pocos ignorantes, que se eligen entre ellos mientras reparten bofetadas a la realidad.